Las calles, la plaza y los edificios no hacÃan un pueblo, ni tan siquiera le daban fisionomÃa. A un pueblo lo hacÃan sus hombres y su historia.
[...] Por las casas que flanqueaban pasaron hombres honorables, que hoy eran sombras, pero que dieron al pueblo y al valle un sentido, una armonÃa, unas costumbres, un ritmo, un modo propio y peculiar de vivir.