La cosa pública es un desastre -voceaba, a la menor oportunidad, don Ramón- Cada uno mira demasiado lo propio y olvida que hay cosas que son de todos y que hay que cuidar", añadía. Y no había quien le metiera en la cabeza que ese egoísmo era flor o espina, o vicio o virtud de toda una raza.

[...]Don José, el cura, que era un gran santo, solía manifestar, contristado: "Es una lástima que vivamos uno a uno para todas las cosas y necesitemos emparejarnos para ofende al Señor". Pero tampoco don José, el cura, quería entender que esa sensualidad era flor o espina, o vicio o pecado de toda una raza.

Miguel Delibes

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