Muchos años después, frente al pelotón de fusilamiento, el coronel Aureliano BuendÃa habÃa de recordar aquella tarde remota en que su padre lo llevó a conocer el hielo. Macondo era entonces una aldea de 20 casas de barro y cañabrava construidas a la orilla de un rÃo de aguas diáfanas que se precipitaban por un lecho de piedras pulidas, blancas y enormes como huevos prehistóricos. El mundo era tan reciente, que muchas cosas carecÃan de nombre, y para mencionarlas habÃa que señalarlas con el dedo".
— Gabriel GarcÃa Márquez
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