Mary me dijo: ahora ya eres una mujer, y eso me hizo llorar. Entonces ella me abrazó y me consoló mejor de lo que hubiera podido hacerlo mi madre, que siempre estaba demasiado ocupada, cansada o enferma. Después me prestó su enagua de franela roja hasta que yo tuviera una y me enseñó cómo doblar y sujetar los paños y me dijo que algunos lo llamaban «la maldición de Eva», cosa que a ella le parecÃa una estupidez, ya que la verdadera maldición de Eva era tener que aguantar las idioteces de Adán que, en cuanto surgió un problema, le echó toda la culpa a ella.