La marea comienza a descender. Los árboles afirman nuevamente sus raíces en la tierra. Las olas
de sangre que golpeaban mis costados se apaciguan y mi corazón echa anclas, semejante a un barco
cuyas velas se deslizan, cayendo suavemente sobre el puente inmaculado. El juego ha concluido. Es hora
de ir a tomar el té