La verdad es como una manta que nos deja los pies frÃos. Ya puede uno tirar de ella hacia sà en todos los sentidos, que nunca nos cubrirá del todo. Sacudidla, tirad de ella, mas nunca será suficiente. Desde el dÃa en que se viene al mundo, llorando, a aquel a quien se le entrega, agonizante, no puede hacer más que cubrirse con ella la cabeza y gemir, llorar o aullar.
— N.H. Kleinbaum
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