-Una vez, uno de los maestros de la Universidad me dijo que había siete palabras que hacían que una mujer te amara. Estaba preguntándome cuáles serían esas siete palabras.
-¿Por eso hablas y hablas sin parar? ¿Confías en dar con ellas por casualidad?

Sólo los sacerdotes y los locos no tienen miedo a nada, y yo nunca me he llevado muy bien con Dios

—No piensas en mí como yo en ti. No me importa. Pero si también tienes frío, podrías acercarte y rodearme con los brazos. Solo un poco.
Con un nudo en la garganta, me acerqué, me senté a su lado y la abracé.
—Qué bien —dijo ella, más relajada—. Es como si hasta ahora siempre hubiera tenido frío.”
El Nombre Del Viento.

Her eyes were dark. Dark as chocolate, dark as coffee, dark as the polished wood of my father’s lute. They were set in a fair face, oval. Like a teardrop. Her easy smile could stop a man’s heart. Her lips were red. Not the garish painted red so many women believe makes them desirable. Her lips were always red, morning and night. As if minutes before you saw her, she had been eating sweet berries, or drinking heart’s blood. No matter where she stood, she was in the center of the room. Do not misunderstand. She was not loud, or vain. We stare at a fire because it flickers, because it glows. The light is what catches our eyes, but what makes a man lean close to a fire has nothing to do with its bright shape. What draws you to a fire is the warmth you feel when you come near. The same was true of Denna.

Si miramos el fuego es porque parpadea, porque resplandece. Lo que atrae nuestra mirada es la luz, pero lo que hace que un hombre se acerque al fuego no tiene nada que ver con su resplandor. Lo que te atrae del fuego es el calor que sientes cuando te acercas a él. Con Denna pasaba lo mismo.

Cualquiera puede amar algo por algún motivo. Eso es tan fácil como meterse un penique en el bolsillo. Pero amar algo a pesar de algo es otra cosa. Conocer los defectos y amarlos también. Eso es inusual, puro y perfecto.”
El Temor De Un Hombre Sabio.